Tengo el resto de mi vida para conocerte.

El destino tiene una forma curiosa de envolverte y de asomarse por sorpresa. Un hombre ve las cosas de forma diferente según el momento de su vida.

jueves, 25 de agosto de 2011

Vetusta Morla

Vamos a dejar 12 canciones metiditas en una cesta en la orilla del río. Un suave empujón y quedarán a merced de la corriente, dejándonos un vacío que gira hasta convertirse en una vorágine dentro de nosotros. El pobre recipiente de mimbre va a ser zarandeado, va a zozobrar, casi a volcar. Va a ser el juguete de los remolinos, va a subir y bajar sobre las ondas mientras escucha, provenientes de la ribera, griteríos y cantos de sirena, dejando atrás casas, intersecciones, islas de ciudad, mirillas y retrovisores.
Puede parecer cruel por nuestra parte, pero es justo lo que teníamos que hacer con la criatura: abandonarla. Dejarla a su suerte porque nosotros ya no le podemos dar más. Que pertenezca a otros, que la juzguen, que la ensanchen, que la muevan de acá para allá. Y que el torrente la convierta en lo que pudo ser y en lo que nunca quiso ser, en lo que nos hace grandes o miserables.
A punto de darnos la vuelta y dejar la orilla, convencidos de haber cambiado con éxito el fuego por palabras, nos daremos cuenta que no le hemos puesto nombre. Mapas, sugiere alguien. Mapas de lo que somos, trazos de nuestras conquistas, fracasos pasados o en presente continuo, colecciones de medallas y arañazos. Mapas que nos ponen delante otro mapa sin leyenda con el que avanzar, construir, o, tan solo, entender el presente.
Justo cuando nos hayamos apartado lo suficiente como para que el rumor del agua esté a punto de desaparecer, desearemos en voz baja que, cuando el retoño llegue al final de su camino de baldosas amarillas, se acuerde de sus progenitores y nos envíe unas postales sin sellar. Para entonces ya estaremos eligiendo qué equipaje dejamos atrás y cuál cargamos en la espalda antes de iniciar el siguiente viaje… esta vez sin mapas.


Sea cuales sean

"Para decir yo te amo, primero hay que saber decir Yo"

Ayn Rand afirmaba que la verdadera libertad empezaba en el individuo, en uno mismo. Esta frase es la base de lo que AYN Rand denominaba el Egoismo Razonable, la necesidad de pensar de vez en cuando en uno mismo para conseguir el equilibrio personal. La necesidad de hacerte valer, para que los demás te valoren, de tener la valentía de mostrar tus sentimientos sin juzgar y sin miedo a ser juzgado. De defender como de verdad es uno por encima de lo que piensen los demás, la necesidad de ser simplemente feliz sin dar explicaciones a nadie, sean cuales sean las consecuencias.


¿Qué sé yo?

Si estás leyendo esto, el aviso va dirigido a ti. Cada palabra que leas de esta letra pequeña inútil, es un segundo menos de vida para ti. ¿No tienes otras cosas que hacer? ¿Tu vida esta tan vacia que no se te ocurre otra forma de pasar estos momentos? ¿o te impresiona tanto la autoridad que concedes credito y respero a todos los que dicen ostentarla? ¿lees todo lo que te dicen que leas? ¿Piensas todo lo que te dicen que pienses? ¿Compras todo lo que te dicen que necesistas? Sal de tu casa, Busca a alguien del sexo opuesto. Basta ya de tantas compras y masturbaciones. Deja tu trabajo. Empieza a luchar. Demuestra que estas vivo. Si no reivindicas tu humanidad te convertirás en una estadistica. Estas avisado...

Bloc de notas

¿No te ha ocurrido nunca que de repente te invade un miedo al cual no sabrías atribuirle razón alguna de su causa?
A mí me ha ocurrido varias veces en la vida, y aunque últimamente me estaban dando algunos síntomas no le había dado mayor importancia. Pues bien, hoy, hace unos minutos, andando tranquilamente por la calle me he dado cuenta, he querido ver lo que realmente pasaba, y lo que pasaba no es mas que el miedo que tengo de ver como mi vida pasa delante de mis ojos y no está siendo aprovechada en la medida que considero justa. Miedo de no tener nada, estar vacio, viendo como mis objetivos no parecen concretos y si lo son, son utopías que hace algún tiempo creía realidades. Y es que hay miedo a causa de ilusiones si, de ilusiones que un día te sacan sonrisas pero al día siguiente te cubren con una capa espesa de incertidumbre y de ambigüedad, ilusiones transformadas en tales desilusiones que te quitan el hambre de soñar y a pesar de eso, como buen soñador, siempre guardo un ápice de esperanza en que no sea así, y que alguno de mis sueños presentes tenga un sentido, tenga un motivo y finalmente tenga un desenlace, mas o menos feliz, pero luchado al fin y al cabo. No termina todo ahí, hay que incluir esa sensación de nostalgia y aquí matizo lo siguiente, no es la típica nostalgia en la que echas de menos a determinadas personas y aunque suene un poco egoísta creo que la mayoría de las personas que han pasado por mi vida son, en mayor o menor medida, sustituibles. Para alguien que lea esto, no todas las personas que hay, incluso que han pasado por mi vida las incluyo, hay algunas personas que por mucho que busque y busque no encontraría el sustitutivo, digámoslo así, perfecto. Dicho esto la nostalgia de la que hablo se trata de añorar momentos, sensaciones, sentimientos que cada vez suenan más lejos en mi cabeza. Y es que dejo de escuchar ese ruido poco a poco y sumamente despacio lo echo de menos, lo añoro. Noto como todo pasa delante de mis ojos y no reacciono, no soy capaz de darle un motivo a porque no actúo, porque soy simplemente un personaje secundario de mi propia vida, actuando como ser pasivo. A esto es lo que yo denomino miedo. Y no es solo una sensación interna, es lo que expreso al exterior, mi mirada no transmite otra cosa que tristeza y preocupación en días así. Por suerte, se por experiencias pasadas que esta sensación es pasajera, que seguramente alguna de las ilusiones que incluía en mis motivos para dedicarle al mundo una sonrisa sea cierta, sincera y con sentido, de la cual saque muchos beneficios, insisto, sea cual sea el resultado final.
Prometo actuar, volver a ser protagonista, despertar ilusión a la gente que me rodea y por supuesto a mi mismo y aprovechar cada detalle de lo que encuentre en mi camino.

Quiero

Quiero que me oigas sin juzgar.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten.
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas... que hoy puedes contar conmigo...
Sin condiciones.


Jorge Bucay